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Camilo Guervara

 

 

La integración a la economía de valiosos recursos como resultado de los Tratados Torrijos – Carter y el modo como nuestro país se vincula a la economía global,  supone establecer y desarrollar una adecuada articulación entre las regiones internas de nuestro país tomando en consideración la organización natural del territorio.  Es decir, se requiere un esfuerzo de planificación en el que no sólo prevalezca la tradicional sujeción de todo el país a la zona donde se concentra el grueso de la actividad económica, donde se ubica el Canal y la plataforma multimodal de servicios.

 

Sin una visión y estrategias que rompan los desequilibrios regionales que heredamos de esta forma de articulación de la economía, población y territorio, los problemas sociales, la pobreza y la desigualdad continuarán multiplicándose.

 

Actuando en dirección contraria a una nueva organización político-administrativa que facilite el desarrollo de sus fuerzas productivas, la Asamblea de Diputados y el Ejecutivo han optado por fraccionar la necesaria integración de los factores productivos de un espacio dotado de una dinámica específica,  sin percatarse de los elevados costos que ello representa en la inserción a la economía global.

 

La creación de la décima provincia describe uno de los rasgos más característicos de estos cuatro años de gobierno, un grado de improvisación en la gestión pública sin precedentes en la historia del país, con el agravante de que las transformaciones en curso del Estado panameño se están haciendo de forma impositiva, autoritaria, violando las leyes del país, buscando sólo el beneficio personal y no el del pueblo panameño.

 

La existencia de una provincia descansa en una base productiva sobre la que se sostienen las relaciones de sus habitantes. Esta estructura económica debe ser capaz de retener, al menos, a la mayoría de la fuerza económicamente activa dentro de su espacio territorial.  En el caso de Panamá Oeste, sus centros urbanos   son dormitorios de una mano de obra que labora en las ciudades de Panamá y Colón.  El modelo urbano neoliberal, donde uno de sus principales componentes lo es la especulación inmobiliaria ha expulsado de la ciudad de Panamá, a decenas de miles de familias en busca de viviendas de bajos costos, pero sin encontrar fuentes de empleo en el sector oeste, donde se ubica la décima provincia. 

 

El fenómeno del crecimiento urbano y demográfico del oeste de la provincia de Panamá, debe ser profundamente estudiado y las posibles opciones de organización política y administrativa, enfocarse en el contexto de otros fenómenos que siguen afectando al país.

 

La apresurada aprobación de la décima provincia, no ha medido siquiera el impacto de megaproyectos que implican una transformación en el vínculo de la Región Metropolitana con el resto del país.  Los territorios de las antiguas bases militares de Howard, Rodman y Kobee, que hoy son sede de empresas estrechamente vinculadas al conglomerado de actividades del Canal pasaría a formar parte de la nueva provincia.  La ampliación del Canal, la construcción de un tercer puente sobre el Canal, la construcción del monorriel, la extensión de la carretera interamericana de Penonomé a Donoso, lo que vincularía a Colón con el resto del interior del país sin tener que pasar por la ciudad capital, así como la construcción de la carretera del litoral caribeño que nos conectará con Centroamérica, todos son componentes de una realidad que no fue analizada previamente ni durante los debates legislativos.

 

Se requiere una planificación adecuada de la explotación productiva de las áreas revertidas del oeste del Canal que tome en cuenta las preservación del medio ambiente, no olvidemos que allí se encuentra buena parte de  la cuenca hidrográfica del Canal, esencial para el funcionamiento y operación de la vía interoceánica.  No olvidemos tampoco que en esta provincia quedan todas las playas desde Veracruz hasta San Carlos, que en estos momentos son objeto de un feroz acaparamiento con fines especulativos y que la idea de estos empresarios inescrupulosos es que una sola cinta costera se extienda desde Punta Paitilla hasta Farallón, sin importar la destrucción de humedales, manglares y zonas de amortiguación de enorme importancia ecológica para el país.

 

El potencial que guarda, supone de una mejor y eficiente asignación de recursos productivos, donde  por la vía de la política fiscal, de la educación, de la salud y de infraestructuras para la población del sur occidente del Canal, se suministre la fuerza de trabajo residente en esta región.

 

Lamentablemente un enfoque estratégico del futuro de nuestro país está ausente en estas medidas voluntaristas, politiqueras e interesadas de las  autoridades. Ni siquiera está claro cuál debe ser la cabecera desde la cual se administrará la nueva provincia. La creación de la décima provincia no solo lleva en sí profundas deficiencias de planificación regional, sino también, la visión nacional sobre nuestro país y con respecto al mundo global. Ojalá, sea posible superar el enanismo político y podamos establecer un programa que oriente las necesarias transformaciones nacionales.

 

 

 

La décima provincia

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